Fernando García Gascón, MOC-València.

Como decía aquella célebre frase: «Un fantasma recorre Europa: el fantasma del...» Hoy en día a Europa y al mundo no la recorren uno, sino muchos fantasmas. El monstruoso capitalismo ha evolucionado, como los bicharracos del Pokemon y ahora se nos presenta bajo la piel del oligarquismo populista. Sus apóstoles-fantasmones son: Trump, Musk, Milei, Meloni y sus compinches unidos en esa internacional ultra. Sus rasgos más destacados: la monetarización salvaje de todas las actividades que realiza el ser humano para cubrir sus necesidades (la alimentación, la salud, la comunicación, la cultura, el ocio, el transporte, las relaciones sexuales…) Esa insaciable ansia por aumentar los beneficios se traduce en medidas comerciales proteccionistas; en el ultranacionalismo; en el negacionismo climático, porque la conciencia ambiental es un obstáculo al crecimiento sin límite; en su rechazo enfermizo a los inmigrantes, culpabilizándoles de todos los males; pero en especial, en un militarismo rampante y en el empeño de desmantelar todo el conjunto de servicios públicos: sanidad, educación, servicios sociales… (el llamado estado del bienestar). Objetivo: que sólo los disfruten aquellos privilegiados que puedan pagarlos a las empresas proveedoras de dichos servicios, previamente privatizados. De ahí, que la partida presupuestaria del gasto federal de EEUU para sustentar sus fuerzas armadas sea la más alta de todas; que se abandonen instituciones federales e internacionales; o que se estén despidiendo a miles de funcionari@s de todas las administraciones públicas, siguiendo un patrón bien retratado en las películas de Michael Moore.

Y esta ola de ultraconservadurismo capitalista renovada, ¿cómo nos va a afectar? En los países donde reinan los servidores de la nueva fe ya hace mucho tiempo que son gobernados bajo un régimen capitalista a ultranza del que USA es el mejor ejemplo inspirador. Para sus seguidores, la ciudadanía financia con sus impuestos el gasto militar de las Fuerzas Armadas Norteamericanas que se llevan la parte más grande de los presupuestos del estado federal… En cambio, la sanidad pública no existe, o es de caridad, la educación pública no existe, o es marginal y los servicios sociales están privatizados, como todo lo demás, las pensiones de jubilación para las clases asalariadas son ridículas y obligan a los pensionistas a seguir trabajando de por vida para conseguir sustentarse con dignidad… El paraíso, ¿no? Por eso el neocapitalismo ataca al estado del bienestar que aún existe en países como los europeos, y que todavía proporcionan servicios públicos de carácter universal, no gratuitos, sino financiados con los impuestos. Ese ataque va dirigido precisamente contra la financiación del propio estado del bienestar, con la exigencia de recortar los gastos sociales en beneficio de los gastos militares.

En esa línea se sitúan las declaraciones del secretario general de la OTAN, Mark Rutte. Según sus propias palabras cuando llamaba por teléfono a los líderes de las naciones de la OTAN que aún no cumplían el objetivo de gasto militar del 2% del PIB les decía: “que tenían que sacar el dinero de donde fuera necesario”, sugiriendo que si había que recortar de otras partidas como las sociales, que lo hicieran… Indignante, pero así se alimenta el monstruo del capitalismo y del militarismo, recortando el dinero destinado a gastos sociales para aumentar y seguir aumentando el gasto militar que solo proporciona beneficios a la industria armamentística y bélica. Como se ve, el gasto militar perjudica gravemente a la sociedad civil y a la calidad de los servicios públicos que recibe… En definitiva, realmente, nos preguntamos: ¿De quién tenemos que defendernos? ¿Qué enemigos amenazan nuestras libertades, nuestro estado de bienestar, nuestra sanidad y educación públicas? ¿Rusia? ¿China? ¿Corea del Norte? Esos países tienen sus propios regímenes capitalistas y militaristas, muy similares, en el fondo y en la forma, a los que imperan por esta parte del mundo y que, lejos de estar enfrentados como nos hacen creer, comparten mercados, beneficios y otros privilegios… Entonces, ¿Dónde está el monstruo? ¿Quién es el enemigo contra el que tendríamos que defendernos? Pues tenemos que defendernos, ni más ni menos, de esas mismas empresas y de las oligarquías capitalistas que nos gobiernan, a nosotras y al resto del mundo. Sus marionetas son los Trump, Putin o Milei, ventrílocuos del viejo capitalismo renovado que nos habla por sus bocas de guiñol.

Así, para ayudar a eliminar la amenaza de una guerra global, ya sea convencional o nuclear y para terminar con los conflictos que están activos, lo más sensato y conveniente es salvaguardar la seguridad y neutralidad de España, y también de Europa. Sin duda salir de la OTAN y cerrar las bases militares yanquis que están estratégicamente distribuidas por España, por Europa y el resto del imperio: prácticamente por todo el mundo. No olvidamos que tener instalados en nuestro territorio artefactos ofensivos contra otros países, incluso de tipo nuclear, nos llevó a una situación muy comprometida en los años 80 del siglo pasado, durante la llamada “Crisis de los Euromisiles”, cuando nuestro país, junto con Europa se convirtió en objetivo de los misiles rusos SS-20 de largo alcance, debido a la existencia de los famosos Pershing y misiles de crucero, instalados en esas bases militares.

Es evidente que nuestros intereses como ciudadan@s, nuestra seguridad y nuestra necesidad de defensa es opuesta a los intereses del complejo militar-industrial de la “Alianza Atlántica” (OTAN), del mantenimiento de bases militares extranjeras en territorio español y de la nueva ola de rearme y belicismo insensato que recorre Europa y el mundo a nivel global. Para conjurar esta amenaza del militarismo y la guerra que se nos presenta, cada vez más, como una posibilidad muy real, hay que abordar el problema desde una perspectiva profunda y ahondar en las causas que originan los conflictos (guerra del Golfo: control del petróleo, guerra de Ucrania: acceso a metales raros, etc). Comprometernos a no colaborar con el militarismo social que progresa día a día, a denunciar el reclutamiento forzoso en cualquier país, a no aceptar la financiación de los gastos militares, que siempre son en detrimento de los gastos sociales, a la salida de la OTAN y al cierre de todas las bases militares, manteniendo una posición neutral y no belicista.

Como dice la Declaración de la Internacional de Resistentes a la Guerra de 1921, plenamente vigente hoy en día: “La guerra es un crimen contra la humanidad. En consecuencia, me comprometo a no apoyar ningún tipo de guerra y a luchar por la eliminación de todas las causas de la guerra.

Las guerras generan, desde tiempo inmemorial: militarismo, totalitarismo, mercantilismo, capitalismo salvaje, industria bélica y, lo más preocupante, la pasividad de la ciudadanía en implicarnos en los asuntos que de verdad nos conciernen: nuestra Seguridad, la Defensa del Bienestar y el Progreso Social.

¡Salud y Antimilitarismo!